Blizzard miró el horizonte que ante sus claros ojos se
extendía. Ante él se hallaba un valle atravesado por el plateado de un río. La planicie
del valle era ocasionalmente interrumpido por la imponente pero tranquila
figura de un árbol y más allá se alzaban unas altas montañas culminadas por las
frías nubes del cielo de la tarde.
Tres días de viaje serían suficientes para llegar hasta
ellas.
Blizzard era un cazador experto, pero sabía también cuando
retirarse. Y aunque no pretendía dejar a sus seres queridos abandonados a su
suerte, sabía que era necesario primero hacerse de algunos socios que colaboraran
al rescate.
Al borde del río se hallaba una población de humanos. Sería
humillante pedir solo ayuda, así que decidió utilizar algunas verdades
incompletas para comprar unos cuantos humanos.
Dijo que era un noble, cosa que era cierta, pero no aclaró
que no tenía los fondos suficientes para financiar su arriesgada campaña. Además
de compartir el botín con ellos les prometió pagarles veinte monedas de oro por
día más indemnizaciones por heridas sufridas.
Al final del día había reunido un grupo suficiente para
inviadir tres campamentos ogros.
Pero cuando estaba en mitad del camino uno de sus hombres le
preguntó por el dinero.
Blizzard, intentando ocultar la preocupación dijo que estaba
escondido y que les pagaría al finalizar la travesía, pero no oculto muy bien
su temor.
El humano se levanto con una espada larga en su mano, y
otros tantos junto a él. Pero uno de ellos, uno con una mirada misteriosa miró
con preocupación la escena, y se levanto rápido como el pensamiento.
— No
le hagan nada—dijo en tono desafiante.
— ¿Acaso
nos traicionas y te unes al asqueroso elfo? — dijo el hombre que primero se
levantara.
— Claro
que no— respondió el aparente defensor bajando la guardia— lo que quiero decir
es que estoy seguro de que le iría peor si dejamos a un silvanesti abandonado
por estos lares. Hay muchos que los odian tanto que le harían algo peor de que
nuestras espadas puedan hacer.
— En
eso tienes razón— respondió el grandulón bajando la espada. — Pero yo no me voy
sin por lo menos darle una paliza a este.
Ante semejante amenaza, Blizzard no dudó un momento más e
intentó salir huyendo de aquel lugar, pero se encontraba completamete rodeado y
fue alcanzado entre un tremendo alboroto en el que recibió patadas, codazos,
puños y muchisimos otros golpes por todo el cuerpo dejandolo por fin
inconciente.
Antes de
desmayarse, el cazador miró hacia el cielo y vió sorprendido como en él se volvían
a alzar las dos Lunas de la neutralidad y el bien.
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